jueves, 25 de marzo de 2010

La amistad entre las especies

Es bueno que, de vez en cuando, algo nos conmueva hasta la última fibra. No es inusual que un video bien hecho nos sacuda. Aunque la calidad de la imagen sea malísima, si yo tuviera que escribir esta historia con palabras y causar el mismo efecto, creo que no podría.

Con 20 años, no siempre es preciso ser humilde


Pocas personas pueden definirse con una palabra


Juan Pablo de Marco, estudiante de Comunicación, cree que “luchador” es el término que mejor le va. Lo que más le cuesta es definirse a sí mismo. ¿Podrá esta entrevista hacerlo por él? Supone que los demás lo consideran “buen loco”, pero confiesa que no puede evitar ser machista…La vocación de esta persona, que “ni ahí” se considera un donjuán, es la radio. Sabe que puede aportarle algo al mundo, pero aún no sabe qué.

-¿Cómo te definirías en una palabra?

-Sería luchador. Porque todo me ha costado.

-¿Pensás que estás maldecido?

-No, pero siento que todo me ha sido difícil, desde lo más fácil, a lo menos.

-¿Qué es lo que más te ha costado?

-Identificarme a mí mismo. Y aún me cuesta…

-¿Y cómo pensás que te definen los demás?

-“Buen loco”.

-¿Te importa “el qué dirán”?

-Trato de no pensar en eso porque me enloquezco. Como intento definirme a mí mismo sí, me importa, pero intento que no me enloquezca.

-Trabajaste en una radio digital hace un tiempo, ¿sentís que creciste en tu carrera?

-Sí, muchísimo. No tanto en el sentido periodístico sino por la experiencia… Es enfrentarse al micrófono y enfrentar al mundo. Le perdí el miedo.

-¿Qué te daba miedo?

-Que no me salieran las palabras. Después aparecieron las muletillas, y forma y contenido se equilibraron.

-¿Qué lugar ocupan tus estudios en tu escala de prioridades?

-Fueron ascendiendo año a año. En este momento están primero.

-Te considerás una persona ambiciosa. ¿Qué es lo que te motiva cada día para salir adelante?

-La vocación, sobre todo, de hacer radio.

-¿Sos ambicioso sólo en lo profesional?

-No, pero mi otra gran ambición es a muy largo plazo…Formar una familia. Otro cosa que ambiciono es recibirme y poder darles algo material a mis padres, que están haciendo un gran esfuerzo para que yo pueda estudiar.

- ¿Te arrepentís de algo de tu vida?

-Me complico demasiado por nada, así que por momentos quisiera dejar de hacerlo. Porque después veo que se trata de cosas mínimas, y que no son tan complicadas como pensé al principio.

-¿Te considerás un donjuán?

-Ni ahí.

-¿Se puede decir que sos machista?

-Creo que sí. Racionalmente, sé qué es lo correcto. Pero todo el tiempo discrimino, a raíz de prejuicios colectivos de los que es muy difícil desprenderse.

-¿Qué opinás de la dualidad hombre-mujer?

-Creo que los gobiernos deben tener un concepto básico de la familia, y defenderlo. Entonces, si constantemente alimentamos el tema de la diversidad, va a llegar un momento en que la sociedad no pueda reproducirse naturalmente.

-¿Qué sentís que podés aportarle vos al mundo?

-No lo sé exactamente, pero todos somos diferentes y algo nuevo siempre vamos a poder darle.

Impresiones

Una panadería y rotisería

Me llama la atención no sentir olores: ni a pan caliente, ni a azúcar quemada, ni a milanesa. Tampoco hay música. Aunque sí ruidos y voces, que se mezclan con el chillido de los frenos de los ómnibus, que se detienen justo en frente cada pocos minutos. Y el click de la caja registradora, y la voz de los empleados que gritan los números para atender.

“Retire su número para ser atendido”, reza sobre un espejo un cartel hecho en computadora. “¿53?, ¿54?”. Todos entran directo al sector panadería. Es la hora del desayuno; en el de rotisería sólo hay unos cuantos olímpicos desparramados. La bandeja de medialunas saladas pronto se empieza a vaciar. Una empleada repone la plancha de pan con grasa, empujándolos con una mano envuelta en un guante de nylon. Una mujer pide un paquete de Silueta Ideal, y un par de hombres la miran disimuladamente.

De a poco el lugar, que es bastante espacioso, se llena de aromas deliciosos. Por fin se siente el pan cosido dos veces, y casi se saborea. La comida del almuerzo también aporta su olor: un hombre se dedica a colmar la heladera de pascualina, tarta de jamón y queso, y empanadas. La cartelera dice que no queda chorizo ruso, ni morcilla, ni salamín. Pero que hay budín de pan, “borrachos” y bondiola. Y tantas cosas más.

Un niño de medio metro intenta abrir el freezer de helados, mientras la madre encarga el pedido. Los brazos cortísimos no llegan a correr el vidrio, pero sigue intentando en puntas de pie hasta que la madre le anuncia que se van.

Hay más de diez personas esperando para ser atendidas. “¿Los dulces son rellenos?”, pregunta un indeciso. Una mujer se acomoda el pelo frente al espejo que cubre una columna. Los vestidos de blanco cruzaron desde el Pereira Rossell, y seguramente también lo hagan al mediodía. Todos tienen cara de dormidos, se mueven lento. Las únicas ágiles son las empleadas que atienden.

El piso se va llenando de tickets que la mayoría tira al suelo apenas les dan el cambio. Y eso que hay una papelera al lado de la caja registradora. Hay cámaras de seguridad en las esquinas. Justo debajo de una de ellas, una niña tironea el pantalón de su madre como súplica, mientras observa con ojos redondísimos los huevos de pascua que están dispuestos sobre una de las vitrinas. La madre la ignora.

Las luces son como de hospital, blancas, rectangulares, e inquietantes. El color del lugar lo aportan las masitas: verdes de kiwi, rojas de frutilla, blancas de merengue, y chocolate, mucho marrón de chocolate. Quedan de paso hacia los bizcochos. Todos les dedican una mirada glotona, pero las esquivan. Como si fueran un lujo para otra momento.

Ya van por 71…72…Cinco masetas separan dos ambientes. En el que me encuentro, hay tres mesas vacías de Coca-Cola. Un foco de neón verde se esconde entre las plantas, pero como es de día no surte mucho efecto.

La gente da órdenes sin parar: ése, cuatro de esos, dos de aquellos. El ruido es progresivo. La primera etapa soñolienta se está cerrando. Una encargada se acerca para prender un aire acondicionado prehistórico, que gotea un poco. Una empleada da preferencia a una mujer con un bebé en brazos (el tipo de cosas que uno luego extraña de Uruguay).

La cinta corrediza lleva los artículos hasta la mano de la cajera, en silencio. Los distribuidores entran cargando fundas de bebidas en los hombros. Detrás, entra la madre con el niño que quería un helado, y agarra un palito de agua. El niño da unos saltitos de alegría.

martes, 23 de marzo de 2010

Ser una persona común es "esperanzador"

Si Noelia González, 20 años, estudiante de Comunicación, lo afirma, tal vez sea por su tendencia tácita hacia el inconformismo. Dice que admira a los “hombres océano”, como Leonardo Da Vinci, y emplea la palabra “multiuso” para algunas personas… ¿Será porque ella misma aspira a serlo? Odia los clichés, pero se quedaría unos días en una isla desierta. Siempre que sea jueves.

-¿Qué se siente ser una persona común?

-Es esperanzador. Es el punto de partida para llegar a ser alguien fuera de lo común.

-Entonces, ¿a qué famoso admira?

-Creo que hay un malentendido; no dije que para mí ser alguien fuera de lo común equivalga a ser famoso.

-Me disculpo. ¿A qué famoso admira?

-¿Tiene que estar vivo?

-No necesariamente.

-A Da Vinci. Me gustan las personas multiuso, multifacéticas. Los “hombres océano”. Claro que también los hay en nuestro tiempo, pero los medios prefieren a los famosos de ahora que, por lo general, no tienen más que una o dos virtudes. Se ahorran tinta, cinta…

-¿Y usted qué virtud tiene?

-La honestidad. Es una virtud según la opinión popular, pero, para mí, no es muy conveniente en ocasiones. Es más bien un arma de doble filo.

-¿O sea que usted nunca miente?

-Miento como todos. No se olvide de que soy una persona común.

-Ése es un tema al que quería volver… Dígame, ¿qué es para usted una “persona común”?

-Es bueno aclarar las cosas. Es una persona, sin más. Sin mayúscula. Alguien que cabe en los esquemas sociales y no se sale de ellos…Hasta que se sale. Supongo que es ser alguien mayormente predecible.

-¿Cuál es su peor defecto?

-La vanidad.

-¿Y el mejor?

-Soy muy competitiva.

-¿Con sus amigos?

-Conmigo misma, que es peor. Es terrible querer ganarse a uno mismo.

-¿Cuántos amigos tiene?

-Es cierto lo que dicen, que se cuentan con los dedos de una mano. Amigas de fin de semana tengo muchas; amigas los siete días de la semana, pocas.

-¿Cuál es su día preferido de la semana?

-El jueves, porque, gracias a él, al otro día es viernes.

-Tenía entendido que usted es de las que les gusta estudiar…

-Los fines de semana estudio también. Y quisiera hacer una aclaración: no es que me guste estudiar, me gusta aprender. Y no todas las cosas indiscriminadamente.

-¿Qué es lo más interesante que aprendió últimamente?

-Que para aprender, te tienen que enseñar. Hay muy poca gente que se enseña a sí misma; son los autodidactas, como Da Vinci. Por eso siempre están en las enciclopedias. O en Google.

-¿Siempre es así de dramática?

-…

-¿Le gusta el drama?

-El drama vende.

-¿Qué drama compra usted?

-No mucho. El de Monte Carlo me viene gratis. Por lo demás, miro The big Bang theory y Two and a half men. Aunque en mi mesa de luz tengo a escritoras latinoamericanas que critican al imperialismo y que están en contra de casi todo.

-Si estuviera en una isla desierta y…

-Disculpe, odio los clichés.

-Iba a preguntarle si se quedaría allí a vivir, o buscaría la forma de volver.

-Algunos días sí.

jueves, 18 de marzo de 2010

Una historia de fantasmas


Aplaudo a Carlos Tapia, de El País, por atreverse a contarnos una historia de fantasmas. El cortés fantasma del Salvo puede generar desconfianza en cuanto a la veracidad del testimonio de los fuentes, ya que son personas que hablan de espectros que conviven con humanos en el piso siete del edificio más viejo de Montevideo. Pero el periodista nos advierte desde el principio; sabe que los escépticos fruncirán el ceño y dejarán de leer. Pero creo que a todos nos gusta que -de vez en cuando, y como cuando éramos niños- nos cuenten cuentos como los de antes de irse a dormir. (Fuente de la imagen: www.elpais.com.uy)

jueves, 11 de marzo de 2010

Reportaje alternativo sobre la superpoblación en Playa Pascual

Para contar esta historia haría el seguimiento de dos o tres familias de la zona. Nadie mejor que los mismos afectados para contar qué cambios han experimentado en los últimos años con respecto al aumento de población en donde viven. ¿Perciben que el tráfico de autos es más denso? ¿Ven más gente en las calles cuando salen? ¿Se sienten más inseguros? Incluso, por qué no, se le podría preguntar a un adolescente si tiene más amigos que antes.
A la "sensación térmica" de los habitantes, a su vez, la contrastaría con los datos estadísticos reales: el aumento de los accidentes de tránsito, los cambios en la seguridad pública en los últimos años. Antes no era obligatorio el uso del casco para las motos, y desde hace poco sí, por ejemplo.
El problema global que sufre una localidad superpoblada es no tener infraestructura necesaria para sostener a esa población incipiente. Sería interesante averiguar qué le preocupa a cada sector de la población por separado.
Por ejemplo, no existe un lugar para que los adolescentes y jóvenes salgan a bailar. Si quieren hacerlo, tienen que ir hasta San José. ¿Qué les preocupa a los jubilados, por su parte? ¿Y a los padres? Ya sabemos que uno de los principales problemas es la falta de salones en los liceos...
Por último, averiguaría cuál es el plan de las autoridades (si lo hay) para solucionar estos problemas. Qué presupuesto hay disponible para iniciar los cambios, cuáles serían sus consecuancias negativas y cuáles las positivas.
En definitiva, la estructura de este reportaje comenzaría con el acercamiento a un par de familias de la zona que contaran su experiencia, y a continuación compararía estos datos con la información "pura y dura". Luego indagaría en las causas de esta superpoblación, ya que parece haber un patrón que se repite para toda la costa nacional. Por último pondría qué acciones llevarían las autoridades para mitigar y solucionar los problemas, y el cierre.
Como elemento de color, añadiría un cuadro comparativo de las preocupaciones de los diferentes sectores (que pueden ser discriminando por edad, o por clase social), a partir de un mismo problema derivado de la superpoblación.

Varios pájaros de un tiro

En esta entrevista Peter Baker, de The New York Times, “conversa” con el principal consejero de George W. Bush durante su mandato, Karl Rove. El periodista exprime al entrevistado hasta la última fibra, ya que le pregunta sobre su actuar tras bambalinas en la Casa Blanca, sobre Iraq y la C.I.A… Pero también sobre su vida personal: el suicidio de su madre y la inclinación sexual de su padre. Queda claro que, cuando un personaje es rico, hay que saber aprovechar todo lo que éste puede dar, incluso si es necesario entrometerse, en este caso, en asuntos que nada tienen que ver con la política.

La estructura es lógica y sencilla: comienza con un disparador (el libro que Rove publicó recientemente) y a partir de allí la entrevista fluye como una conversación normal, aunque con puntos más tensos que otros. La misma es dinámica, y el entrevistado responde con convicción (y hasta desafiante a veces) las preguntas originales de su interlocutor, lo que la hace entretenida.