domingo, 20 de junio de 2010

(Último) reportaje científico

La edad de la cirugía estética

Cada vez más jóvenes entran al block quirúrgico porque sus cuerpos no los convencen.
Sin tetas no hay paraíso, afirma la canción de Catalina, la novela colombiana. La protagonista, una joven de 17 años, sueña con aumentarse el busto, condición insalvable para lograr fama en el exterior. Más allá del culebrón, la ficción no se aleja mucho de la realidad: tener el cuerpo soñado se ha vuelto más accesible, y los jóvenes están cada vez más dispuestos a pagar el precio. Un precio que trasciende las billeteras. ¿Qué tipo de sociedad acoge este tipo de cambios? ¿Qué clase de individuo es proclive a someterse a una cirugía estética?

Los orígenes

La cirugía plástica se divide en dos grandes ramas, la reconstructiva o reparadora (disimula y reconstruye los efectos de un accidente o trauma) y la estética (busca cambiar aquellas partes del cuerpo que no son satisfactorias para el paciente). Lo que varía, entonces, es la motivación de quien se opera. El doctor en Cirugía Plástica y presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica Reparadora y Estética del Uruguay (SCPU), Gonzalo Fossati, ilustra el segundo caso diciendo que, en definitiva, lo que quiere curarse es el “alma” del paciente. Cuando ésta se encuentra dolida porque la persona no está feliz con alguna parte de su cuerpo, lo que hace la cirugía estética es sanarla.

La cirugía plástica reconstructiva no era reconocida como campo en sí mismo hasta en seguida de la Primer Guerra Mundial, cuando la urgencia por reconstruir los cuerpos mutilados de los soldados impulsó importantes estudios sobre esta área. Sin embargo, no es hasta la segunda posguerra que la cirugía estética cobra gran importancia, creciendo a un ritmo vertiginoso.

Fossati afirma que, 30 años atrás, la cirugía estética era una “cirugía de élite”, ya que sólo se operaban las actrices, las modelos… Hoy en día la misma se ha democratizado, ya que casi cualquiera que se esfuerce por conseguir el dinero puede hacerlo.

Esta “popularización” de la cirugía estética se condice, además de con una reducción de los costos, con una transformación gradual de la sociedad. La famosa “cultura de masas” comienza a cobrarse sus primeras víctimas (¿?): los jóvenes.

¿Una cuestión de edad?

El número de jóvenes (mujeres y hombres) que se someten a una cirugía estética ha crecido significativamente, no sólo en el Uruguay sino en todo el mundo. Fossati cuestiona el hecho de que los menores se intervengan quirúrgicamente, aún con el consentimiento de los padres. “Es una cuestión de ética profesional”, más que legal. “En Argentina, estuvo de moda regalar las prótesis mamarias para los quince de las chicas, algo que terminó prohibiéndose”. Aun así, en casos muy particulares se accede realizarse una rinoplastia a las quinceañeras que se rehúsan a filmar “los exteriores” y sacarse las fotos con una nariz que las atormenta. Sin embargo, en estos casos se les advierte que la nariz seguirá desarrollándose, y que será muy probable que, en el largo plazo, esa cirugía no sirva de nada.

Los riesgos de una operación son riesgos de una operación, sea reconstructiva, estética, o de cualquier tipo. Aunque no son la mayoría de los casos, incluso la cirugía estética implica correr riesgo de vida. Fossati, por su parte, es partidario del uso de anestesia local -en vez de general- para este tipo de operaciones, para disminuir los riesgos.

En cuanto a otras consecuencias físicas de la cirugía estética, ésta no afecta los procedimientos para los estudios radiológicos. “En la placa, por ejemplo, se ven los implantes, pero no afecta en absoluto el procedimiento ni el resultado”, afirma el doctor en Radiología Sergio González. En el caso de las prótesis mamarias, tampoco afectan la lactancia.

La cirugía estética también ha dejado de ser una cuestión de género: si bien la amplia mayoría de los pacientes son mujeres, cada vez más hombres optan por esta práctica. “Vienen a la clínica en la noche, para que nadie los vea. Cuanto más oscuro, mejor”, revela Fossati, quien dice que lo que más suelen hacerse los hombres es la liposucción.

Pero, ¿por qué cada vez más jóvenes acceden a “pasar por el cuchillo”? ¿Qué gran razón hay detrás de toda elección, si es que la hay?

La razón sociológica

La sociedad moderna aparece como la gran responsable de esta tendencia actual. El sociólogo Juan José Meré cita al sociólogo francés David Le Breton sobre lo que significa el dualismo de la modernidad: el mismo “terminó por oponer el alma al cuerpo”; el cuerpo aparece como “‘separado’ de la persona, como un objeto posible de ser modelado, modificado, según la moda…” Y es que el cuerpo, afirma Meré, “además de ser un significante es un productor de significantes”. Como consecuencia, el cuerpo se usa para vender: existe un “uso social” del cuerpo, especialmente en América Latina, donde el cuerpo se “mercantiliza”: “uno invierte en su cuerpo, un bien tangible, que trae beneficios intangibles, es decir, todo lo simbólico”, señala el sociólogo.

Dentro de esta perspectiva, Meré encuentra interesante considerar la cirugía estética como “una más de las técnicas de cuidado del cuerpo”. Aunque no es la única, sí es la manera más radical, ya que “se lleva a un extremo el modelaje del cuerpo”.

Pero este modelaje no es algo que se haga al azar. Las personas siguen modelos, buscan acercarse a “imágenes referenciales”. El sociólogo francés Le Bourdieu habla de “ciertos modelos de cuerpo, legitimados, que estructuran la evaluación de la imagen corporal, según la posición de la persona en la sociedad (en la estructura social)”. Se imponen ciertos modelos de mujer y de hombre, a lo largo del proceso de socialización.

Al adoptarlos, la cirugía estética (y demás técnicas) se convierte en una forma de segmentación social, de diferenciación social. Y se encarga de profundizarla. Porque, se pregunta Meré, al reforzarse los prototipos, los modelos… ¿Qué pasa con aquellos que no pueden acceder? Aunque se buscan otros caminos, el cuerpo está siempre presente.

El sociólogo ve a la cirugía estética como algo conquistado contra la propia naturaleza del cuerpo, como una lucha: “Es interesante verlo no como un prototipo, estático, sino como algo dinámico”. Pero existen varias miradas al respecto, asegura, y reconoce que una mirada analítica permite ir más allá del juicio de valor.

Meré alega que, si se lee a través de una dinámica capitalista, la cirugía también tiene que ver con una “banalización” de los cuidados del cuerpo. “Hay una oferta construida, alrededor de la que se generan distintos campos de intereses”, advierte.

En consonancia con lo que afirmaba Fossati, el sociólogo destaca cómo se pliegan otros grupos sociales a este fenómeno: “Es importante ver cómo, entre las diferentes clases sociales, las razones profundas (para realizarse una cirugía) se comparten, si bien se tienen trayectorias diferentes, posturas distintas frente al trabajo, a la recreación…”

Lucía, 20 años, se colocó implantes mamarios a los 17 años, cuando aún estaba en el liceo. ¿La razón? La misma que la de Martín, 25 años. Ninguno de los dos estaba conforme con una parte de su cuerpo (a Martín no le gustaba su nariz), tenían la plata para operarse, y se operaron. Y se volverían a operar.

La mirada psicológica

Una mirada al interior del individuo revela la importancia que éste adjudica al esquema corporal: “cómo uno vive su cuerpo y, desde su cuerpo, el estar en un lugar entre los demás”, señala la psicóloga Walma Millán.

La cuestión parece comenzar cuando uno se mira al espejo, y se profundiza en la adolescencia: “es verdad que no quieren salir esa noche porque un granito les salió en la punta de la nariz...” Como ya señaló Fossati, la autoestima es la que se ve más afectada en esta etapa, aunque muchas veces la baja autoestima no es lo único que está detrás de una operación estética.

En cuanto a la motivación de la cirugía, la psicóloga distingue dos posibles casos: cuando uno resuelve una intervención porque quiere cambiar, porque se va a sentir mejor... “Y cuando tiene que cambiar porque a una mujer le dicen de qué tamaño debe tener de senos, por ejemplo”.

Millán, al igual que Meré, apunta el hecho de que esta sociedad es absolutamente consumista, y que, cuando no podemos alcanzar ese consumo, nos frustramos y nos sentimos mal. “Pero, lo importante es que uno mismo, frente a su propio ‘cuerpo yoico’ diga que algo le está faltando...” Lo importante, resume Millán, “no es ver lo que tiene el otro, sino hacerse feliz uno mismo”.

Como profesional, lo que aconseja la psicóloga es el acompañamiento terapéutico durante y después del proceso de cambio. No para evitar que se lleva a cabo la cirugía, sino “para ayudar en el proceso de aceptación de ese nuevo cuerpo”. Pero este pensamiento es válido siempre y cuando no se trate de un caso de “dismorfofobia”, que es la percepción desfigurada de la propia imagen. En ese caso, el paciente, por más que se someta a una operación estética, y a otra, nunca estará conforme consigo mismo.

El debate

Retomando a Juan José Meré, es preciso entender que, para analizar la cuestión de la cirugía estética en el contexto actual, es necesario desprenderse de los prejuicios. No alejarse de la subjetividad sino “concientizarla”, para que el análisis sea de verdad crítico.

Pero, volviendo a Le Breton, vale la pena pensar y repensar sobre la posibilidad de modificar y moldear la apariencia del cuerpo según la moda. El autor afirma que esto vale también para la persona: “modificar la apariencia quiere decir modificar la propia persona”.

¿”Modificar la apariencia quiere decir modificar la propia persona”?

martes, 8 de junio de 2010

Semana de reportaje científico

Un nuevo emprendimiento made in Uruguay

Hace dos años comenzó la investigación, en el Clemente Estable, para utilizar bacterias que conviertan los residuos naturales en combustibles útiles

El científico Francisco Noya amagó con quedarse en Estados Unidos, lugar donde realizó su doctorado en Biología. Ahora, de nuevo en su país de origen, reclama una mayor inversión en el área de investigación nacional, a la vez que explica la importancia de “las bacterias que cambiarán el mundo”.

Esta última frase, título de su presentación del TEDxMontevideo del 4 de mayo, hace referencia al hecho de que sólo se conoce una ínfima parte de las bacterias existentes (menos del uno por ciento). Y a que en el mundo de las bacterias radican las soluciones para muchos de los problemas del siglo XXI. El problema que Noya, doctor en Bioquímica y Genética Molecular e investigador del Clemente Estable, y el resto del equipo intentan solucionar, es el de la dependencia energética del Uruguay, el uso y abuso de la energía no renovable, y el alto costo de producir combustibles.

En el laboratorio

Aunque la idea no es nueva (porque ya se fabrica bioetanol a partir de la caña de azúcar), lo inédito en el país es el procedimiento. El mismo tiene como fin la fabricación del alcohol (bioetanol) a través del uso de bacterias que degraden la celulosa de ciertas materias primas, como la madera, los pastos secos y los residuos agropecuarios.

El primer paso consiste en tomar celulosa de dichos componentes. Luego ésta se combina con bacterias que destruyen la celulosa, convirtiéndola en constituyentes más simples, que son azúcares más sencillos. Finalmente, a éstos se les agrega levadura para fermentarlos, de lo que surge el alcohol o bioetanol.

Como las bacterias necesarias (que degradan la celulosa) no pueden crecerse naturalmente en los laboratorios, es necesario salir a buscarlas en dos grupos de animales: los rumiantes y las termitas. La vaca se alimenta de paso, que está compuesto por celulosa, y al que luego simplifica en su componente más sencillo. El rumen, por tanto, se extrae de uno de los cuatro estómagos de este animal, y es usado en el laboratorio como materia prima.

Por su parte, las termitas comen madera, y utilizan una comunidad microbiana que habita sus intestinos, especializada en celulosa. Es por eso que se extrae el intestino de las termitas (a mano, una por una), y extrae también su ADN (su material genético). Luego éste se “corta en pedazos” más pequeños, y se introducen en cepas o bacterias de laboratorio, las cuales son fáciles de crecer y, aunque no son capaces de degradar la celulosa por sí mismas, sí aceptan el ADN de otros microorganismos.

Los resultados

De este último procedimiento con termitas se obtuvo una colección de colonias bacterianas, que se analizaron en estratos especializados. Una de las colonias logró formar un “halo de degradación” a su alrededor, por lo que pudo degradar la celulosa. Y se cantó victoria.

Sin embargo, esta victoria es parcial, ya que ahora debe estudiarse cómo aplicar el procedimiento a una escala industrial, para poder obtener combustibles útiles. Ésta es la parte “comerciable” del asunto, ya que es lo que el laboratorio podría vender a la industria para que su producción se masifique.

Las ventajas serían, en primer lugar, hacer frente a la gran dependencia con el petróleo con la fabricación de un combustible natural y renovable.

Los obstáculos

El problema con el que se debe lidiar ahora, sin embargo, es el de abaratar el procedimiento, ya que el desgaste de energía que implica el paso de la celulosa al azúcar es muchísimo, lo cual encarece la producción en general. Hasta ahora, no se puede hablar de éste como un proyecto viable desde el punto de vista económico.

Un impedimento de otra índole es el de la financiación. Noya reconoció que, si bien la Agencia Nacional de investigación y Desarrollo (ANII) está haciendo esfuerzos de inversión para financiar proyectos de este tipo, éstos no son suficientes.

Otra arista del problema es que la ANCAP “sólo piensa en el corto o mediano plazo”, acusó Noya. “Sólo se está pendiente del precio del barril de petróleo”, agregó el experto.

Otras perspectivas

Francisco Noya removió el prejuicio que las personas suelen tener sobre las bacterias: “son malas y transmiten enfermedades”, es lo que se enseña a los niños para que se laven las manos antes de comer. Sin embargo, sólo una pequeña minoría de ellas es patógena (transmite enfermedades).

Sólo se conocen 15 mil especies. Se estima que existen diez millones. Una bacteria mide la billonésima parte de un metro. Aún así, las bacterias del cuerpo humano, en total, pesan más que el cerebro: dos kilos. Sirven al sistema inmunológico y facilitan el desarrollo de la persona. Ayudan a digerir los alimentos. Aportan la vitamina K, esencial para la coagulación de la sangre. Han habitado todos los ambientes y todos los climas; el 75 por ciento vive en el fondo del mar, hasta tres kilómetros enterradas (“biósfera marina profunda”). Si hubiese un cataclismo que acabara con todo en la Tierra, éstas ni se enterarían.

A partir de ciertas bacterias se pueden preparar alimentos, vacunas; se pueden realizar distintos procesos industriales. Un conocimiento profundo de ellas y de nuestro genoma, ayudaría a desarrollar una medicina personalizada -que ataque sólo a las bacterias patógenas-, y menos tóxica. Con ellas también “podríamos limpiar nuestros propios desastres ambientales, como el derrame de petróleo en el Golfo de México”, señaló Noya.

Repatriar a los científicos uruguayos

Todo este potencial necesita de extensas investigaciones para ser desarrollado. Para eso, es preciso que aquellos expertos capaces de hacerlo no emigren a países que les den más oportunidades (traducidas en inversión monetaria). Que la idea, el trabajo, y el resultado queden dentro de las fronteras uruguayas.








Semana de reportaje científico

¿Dios en un tubo de ensayo?

La creación de vida en un laboratorio dejó de ser ficción

Científicos estadounidenses del laboratorio Synthetic Genomics, liderado por Craig Venter, anunciaron el gran hallazgo: es posible hacer vida. El procedimiento permite crear una célula no a partir de otra –como es lo natural-, sino de la manipulación de su genoma. A simple vista, parece que sólo se necesita la información guardada en una computadora.

En 1818, la escritora inglesa Mary Wollstonecraft Shelley dio a conocer la posibilidad que en ese entonces parecía remota: crear vida artificial. Y aunque Frankenstain no se asemeje en nada a la célula nacida en un laboratorio del siglo XXI, encarnó en su momento los mismos dilemas que los actuales. La ética científica, la creación y la destrucción de la vida, las consecuencias de jugar a ser Dios.

Cabe aclarar que el término “vida artificial” remite a la creación de la vida en su mínima expresión, la célula. Por lo que no se trata de crear un organismo complejo, como el ser humano. Pero es vida, al fin. Sin embargo, los investigadores subrayaron a Estrategia y Negocios que ni ellos –ni nadie- crearon vida artificial, pues no crearon vida de la nada. Lo que hicieron fue “transformar un organismo vivo en otro organismo vivo”. Tampoco se creó un cromosoma a partir de la nada, sino que se sintetizó uno ya existente, utilizando solamente información digitalizada.

El procedimiento

La bacteria natural Mycoplasma mycoides fue la que aportó la información para que su genoma pudiera ser copiado en el laboratorio. El resultado: Mycoplasma mycoides JCVI-syn1.0, la cual es la “célula sintética” de la que tanto se habla. Su genoma no es de origen natural sino químico, de ahí que se le llame “sintética”. “JCV” es por John Craig Venter, su creador; y el “1.0” denota la idea de que esta célula es sólo una primera versión de otras futuras.

“Para lograrlo, un grupo de 25 investigadores tuvo que descifrar el código de instrucciones de esta bacteria, sintetizarlas y luego reflejarlas en una célula receptora”, explicó Venter a Estrategia y Negocios. Fueron muchos los obstáculos técnicos que debieron superarse, y US$40 millones invertidos en investigación. Sin embargo, quince años más tarde de lo que fue el primer esbozo de este hallazgo, se logró el resultado esperado.

Lo inédito hasta ahora era el proceso de sintetizar una célula, el cual empezó en una computadora. Se comenzó con más de un millón de letras de las instrucciones genéticas de la “célula madre” (Mycoplasma mycoides), y luego se introdujeron pequeñas modificaciones a su secuencia de ADN, que resultaron en una nueva célula.

Antecedentes

El 14 de diciembre de 1967, Arthur Kornberg, junto a sus colegas Mehran Goulian y Robert Sinsheimer, anunciaron haber logrado copiar el ADN del virus phiX174, creando la misma capacidad de infección que un virus salvaje. “Kornberg no creó vida en un tubo de ensayo, al igual que nosotros tampoco creamos vida desde cero”, sentenció Venter al respecto.

En 2007, el diario The Guardian anunció que el italiano Giovanni Murtas, del centro de investigación Enrico Fermi de la Universidad Roma Trè, había dado un paso fundamental para la creación de un organismo vivo “a partir de la nada”. Sus creaciones eran capaces de elaborar sus propias proteínas, una capacidad fundamental de todos los seres vivos.

Por otro lado, el mismo Venter inició el proyecto de la “célula sintética” hace 15 años, cuando él y su equipo hallaron un modo de estimar el “genoma mínimo”, la mínima información necesaria para sostener vida autónoma. Según se explicó en El País, los investigadores tomaron uno de los organismos con el genoma más pequeño conocido, otro mycoplasma que vive en el tracto urinario humano, y desecharon todos sus genes menos los indispensables. Ése fue el punto de partida para el resto de la investigación.

La polémica

Como todo hecho controvertido, distintas voces se han pronunciado para apoyarlo o rechazarlo. El propio Craig Venter, en una especie de autocrítica, pidió que se hicieran nuevas regulaciones para evitar abusos en este sentido. “Las regulaciones existentes no bastan”, denunció Venter al diario británico The Independent.

El Vaticano también se pronunció al respecto. Sus directivos y los de la Iglesia se mostraron cautelosos, aunque dijeron considerar que “podría ser un hecho positivo si se usa correctamente”. Por otro lado, advirtieron a los científicos que “sólo Dios puede crear vida”. “Es un gran descubrimiento científico. Ahora tenemos que comprender cómo será implementado en el futuro”, dijo a Exonline monseñor Rino Fisichella, máxima autoridad sobre bioética del Vaticano.

Trasladando el pensamiento del ex presidente de Estados Unidos, Johnson, en referencia al trabajo de Kornberg (1967), se puede recordar que éste advirtió la gran importancia del descubrimiento: "Imaginen que el Estado decreta dónde empieza la vida. Este será uno de los grandes problemas; una de las grandes decisiones”. Luego se preguntaba cómo serían de difíciles las decisiones de un presidente futuro que tuviera que decidir sobre eso.

Ese presidente, hoy en día, es Barack Obama: “Este desarrollo presagia las posibilidades de importantes ventajes, como la capacidad de acelerar el desarrollo de vacunas. Al mismo tiempo, levanta dudas genuinas, por lo que debemos estudiar con cuidado las implicaciones de esta investigación", escribió. En este sentido, pidió a la Comisión Presidencial para el Estudio de los Asuntos de Bioética que analice las implicaciones éticas de este avance. Y es que la gran preocupación de Obama radica en la posibilidad de que esta técnica se utilice para el desarrollo de armas biológicas, según anunció el diario español La Semana.

La expectativa

"La habilidad de escribir rutinariamente la ingeniería de la vida conducirá a una nueva era en la ciencia, y con ella, a nuevos productos y aplicaciones como biocombustibles avanzados, tecnología de agua limpia y nuevas vacunas y medicinas", aseguró el instituto de ciencia Synthetic Genomics.

El investigador Pat Mooney, director del ETC Group, aunció en un comunicado de prensa que el trabajo de Venter es una "caja de Pandora" y se cuestionó sus aplicaciones futuras: "Sabemos que las formas de vida creadas en laboratorio pueden convertirse en armas biológicas y amenazar también la biodiversidad natural", añadió.

Craig Verter, por su lado, tiene como meta la creación de una bacteria artificial que capte un espectro muy amplio de la luz solar. Estima que sembrar la bacteria artificial de este tipo en 13.000 kilómetros cuadrados bastaría para alimentar todo el transporte de EE.UU.

A su vez, él y su equipo están trabajando en el diseño de nuevas células que capturen con más facilidad el dióxido de carbono y lo incorporen, convirtiéndolo en nuevas moléculas de combustible, nuevos aceites comestibles, y nuevas fuentes de plásticos y químicos biológicamente derivados. Para eso se cuenta con el financiamiento de los Institutos Nacionales de la Salud. También están recibiendo financiación para diseñar nuevos caminos sintéticos “para desarrollar complejos antibióticos que hoy en día son demasiado complicados de producir para los químicos”.

Otro paso a seguir, anunció Craig Venter, es el de fabricar ahora otra bacteria que se “coma” el petróleo en todos los mares del planeta. Una solución ideal para el desastre que actualmente se desarrolla en el Golfo de México, dictaminó el Diario de Mallorca.

¿Se debe crear vida?

El periodista de ABC, José María Carrascal, sentenció al respecto desde su perspectiva, válida para muchas personas ante este hallazgo: “O las leyes de la naturaleza no son tan legítimas como creíamos o el hombre es el mayor violador -delincuente sería la palabra adecuada- del universo”.