jueves, 16 de junio de 2011

Examen de Fotoperiodismo II

Banderas made in Uruguay

Las banderas uruguayas son importadas de China. Sí, el pabellón nacional, el de las franjas azules y blancas y el sol sonriente. Ese que flamea desde el mástil de la plaza, de la fachada de los Ministerios, y el que sostiene el abanderado con uniforme liceal. Cien por ciento made in China.

Antes no era así. Walter Sánchez, dueño de Kaltex, la única fábrica de banderas del Uruguay, recuerda los primeros años en que trabajó en la fábrica. Cincuenta personas trabajaban estampando tela de forma artesanal, pintándola, creando pieza por pieza. Hoy, Kaltex cuenta con seis funcionarios. Cuando el Estado comenzó a importar estampado de tela desde China, la fábrica se redirigió a la fabricación de banderas. Hoy, se “mantiene a flote”, afirma Sánchez.

En el enorme recinto donde se estampa la tela podrían caber 250 trabajadores; y es que el predio solía ser un tambo. Dos de los seis que allí trabajan pintan de amarillo una tela para un hospital infantil. Con movimientos casi automáticos, los dos hombres se mueven bordeando los 120 metros que suman las cuatro mesas del lugar, dispuestas de forma paralela. No hablan entre ellos; el único sonido que se oye es el de la ventilación y el de la brocha de pintura que recorre la matriz, que contiene la película que da origen al estampado. El ambiente es húmedo y, a pesar del aire que ingresa por los ductos, la garganta empieza a picar unos minutos después de entrar, por el olor a pintura.

Kaltex nació en 1960 y en la actualidad se dedica al diseño, confección, pintado y estampado de banderas. Su única herramienta para competir es la calidad de los productos, a la que apuesta para afrontar al competidor de extramuros: el mundo oriental. Pabellones nacionales, banderas de cuadros de fútbol, publicitarias, de países, son las que fabrica Kaltex en sus instalaciones. Y, aunque todas estas creaciones conviven con las que ingresan desde oriente, Sánchez asegura que la calidad de las banderas uruguayas no tiene comparación con aquellas que se traen más baratas, y que se rompen a la primera sacudida.

Walter Sánchez ingresó a Kaltex cuando tenía 18 años, en 1978. Llegó desde Durazno, un departamento en el corazón del Uruguay, donde trabajaba en un frigorífico. Y experimentó las desventajas de “ser del Interior”: su jornada laboral era de 16 horas, todos los días. Hoy, tiene 53 años. Eso explica por qué el médico le recomendó dejar la fábrica, al descubrir que tenía pulmones “de fumador”, si bien nunca lo había sido en su vida. La piel de las manos, cortadas por la exposición directa a la pintura, es otra huella que dejó en él esta labor.  

En 1981 falleció el dueño de la fábrica. Uno de los empleados le ofreció a Sánchez  instalar una planta, y seguir trabajando. Así, lograron mantener abiertas sus puertas. Hoy en día, los clientes de Kaltex son el Estado, los supermercados (Disco, Geànt, Devoto, entre otros), y marcas como Coca-Cola y Pepsi. Por otro lado, también están las épocas de zafra: “Cada cinco años tenemos una zafra buena, en las campañas electorales”. El fútbol también deja sus réditos. “Ahora estamos haciendo una buena partida de banderas de Peñarol”, señala Sánchez. Él es de Nacional. Pero, “si vende, hay que hacerlo”, confiesa.

La planta alta del establecimiento parece una biblioteca, pero de matrices de banderas. Dispuestas en estanterías que ocupan todas las paredes, se llega a las que se hallan más arriba gracias a escaleras de madera. El proceso del que resultan las banderas hace que el recinto parezca un estudio fotográfico gigante: “Primero se hace la película (un negativo) para hacer el estampado. Es como si fuera una foto, y esa foto se pasa a una matriz, a la que hay que darle luz. Queda el hueco grabado, y este después se pinta”, explica Sánchez, a la vez que muestra el “cuarto oscuro”, donde se guardan las películas para que no se pierda la imagen del estampado.

Las paredes están llenas de pintura; son huellas de movimiento, a través del cual se crea la bandera. “Es un trabajo muy sucio”, acota Sánchez, mientras contempla los botes de distintas pinturas: azul, rosa chicle, amarillo, rojo. “Tenés que tener gusto para hacer el diseño, y también para elegir los colores. En la tela, los colores son muy importantes”, advierte Sánchez. Pero el mensaje también cuenta, afirma el dueño de la fábrica: “Una bandera tiene que decir una sola cosa, y tiene que verse el mensaje de lo que dice”.  

El tiempo de fabricación de una bandera depende del tamaño y de la cantidad de la partida. A su vez, su vida útil, al viento, es de seis meses aproximadamente. En Kaltex se emplea una única tela, el poliéster satinado, que es “pesada”, resistente al viento. “Si no, este las rompe más fácilmente”, afirma Sánchez, quien recuerda que fue en Kaltex, en el año 1990, donde se inventó la bandera uruguaya tradicional, la que se conoce hoy. “Aunque no lo debe saber nadie”. Antes, las franjas azules del pabellón nacional estaban cosidas a la tela blanca. Como notaron que la bandera comenzaba a descoserse por las franjas, decidieron probar fabricar una de una sola pieza, estampando las franjas. Ahora la bandera dura seis veces más.

En la fábrica, oscura y enorme, parece habitar el fantasma de un tiempo pasado; un tiempo en el que las banderas uruguayas eran uruguayas. Y el celeste era celeste.


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