jueves, 16 de junio de 2011

Valoraciones sobre el examen de Fotoperiodismo II

Creo que estaremos de acuerdo al afirmar que el problema principal a la hora de afrontar un trabajo de este tipo es el tiempo. No poder dedicar a un trabajo la cantidad de horas/días/semanas que se merece atenta contra su calidad, e incluso contra la percepción que se tiene del mismo: hacer todo contrarreloj no permite detenerse a mirar con perspectiva, abstraerse, alejarse del objeto, para poder evaluarlo mejor.

En mi caso, la idea original del proyecto estuvo siempre presente. Quería contar la historia de la única fábrica de banderas del Uruguay. Sin embargo, no sabía con qué me encontraría. ¿Con una multitud de obreros textiles, trabajando apretujados en una fábrica llena de máquinas grises? No. Me topé con una fábrica que no solo fabrica banderas uruguayas, sino que es uruguaya, con todas las connotaciones que eso implica. Y la historia nació al mismo tiempo que yo la descubría, y al ritmo de la voz de Walter Sánchez, el verdadero narrador. Una fábrica –y un rubro- en extinción, amenazado por la feroz China, que no oculta su hambre de economías nacionales de todo el mundo. Con eso me encontré.

El otro tema era, por supuesto, poder retratarlo. Que la foto diga lo que yo quiero decir, que el que la observe capte las enormes dimensiones de la fábrica, que casi pueda oler el perfume fuerte de la pintura, que casi pueda sentir el aire fresco que sale de los canales de ventilación. No sé si lo logré. Pero puedo decir que lo intenté.

En cuanto a cuestiones técnicas, mi intención fue “cubrir lo básico”. Nunca fui una experta en manejar obturadores, ISO; ni cuento con teleobjetivos ni gran angulares. Apliqué las reglas de la composición del cuadro, cuidé la luz (la natural y la artificial); fui lo más amable posible con mi retratado. Luego, edité algunas de las fotos con Lightroom. Secuencias, saturación, contraste, brillo, exposición.

Considero que la mayor dificultad con la que me encontré fue la incertidumbre de si rendiría o no un fotorreportaje en el que casi no hay personas. Pero, es que, en Kaltex son seis personas. Y con eso bastó.

La valoración final que puedo hacer sobre este trabajo es que, como sucede muchas veces en periodismo, me permitió conocer otro aspecto de mi país, de la ciudad en la que vivo. Una visión particular de la economía de Uruguay, si se quiere, y del destino de la industria nacional, desamparada por el Estado, en este caso. Personas. Porque para sacar una foto hay que pedir permiso, hay que hablar, hay que escuchar, hay que respetar. Eso es lo que más valoro de haber realizado este trabajo.

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